martes, 12 de enero de 2010

El secreto, la intimidad y el extraño

aka la mentira, la intimidad y el extraño

Una de las maneras más directas de llegar a la otra persona, al otro, es el secreto. Compartir un secreto es la manera más evidente de compartir una intimidad, de crear una burbuja compartida, de unirse la espuma de mar. Conocer el secreto de otra persona es invadirla, es violentar su mismidad, sentir cómo introduces un endoscopio moral. No sabes muy bien qué buscas, ni qué significa, ni siquiera qué vas a encontrar, porque, recordamos que el secreto es, en realidad, la metáfora de algo más íntimo. Puedes llegar a lo más profundo o sólo mirar bajo la epidermis, puedes conocer que guarda la pelusa bajo la alfombra o puedes descubrir cuán profunda es su alma. Lo que siempre tienes es la puerta abierta a su intimidad. Si esa puerta es abierta por confesión. Pero, si llegas al secreto de alguien, pero no porque lo haya compartido, sino por casualidad, por indiscreción o por la cualidad de investigador que todos llevamos dentro, entonces la burbuja no se funde en la espuma del mar. Entonces eres el extraño, que sabe algo, que intuye algo, pero que no comparte la intimidad, que no crea ese universo alrededor.

Una pesada carga es compartir un secreto, y una pesada carga también es conocerlo y no compartirlo. Siempre te preguntas si debes actuar como si lo supieras, tienes la tentación del chantaje emocional, miras a la otra persona con ojos de extraño y de cómplice. No es una mirada de complicidad, sino de desconfianza y pensando ¿qué me ocultará a mí?

El secreto es siempre una metáfora, ocultar un secreto es, además, ocultar una falta, una pieza que falta del puzzle.

1 comentario:

jose antonio dijo...

Una pequeña parte de tu tesis doctoral supongo. Muy buena. Por cierto, ¿la terminaste?